
Visitar Virgen del Socorro es sumergirse en una experiencia de increíble calidez humana.
Al entrar como voluntaria pensaba en servir, en dar un poquito de mi a beneficio de quienes más lo necesitan, y lo que descubrí es que con cada interacción se enriquecía mi espíritu.
Las personas con las que compartí son la personificación de la alegría y el amor de Dios, con una sola mirada se podía sentir su sinceridad.
A través de las conversaciones, los juegos y las risas, aprendí que el gesto más pequeño puede tener un profundo impacto.
Terminé mi voluntariado con un sentimiento inmenso de agradecimiento, a Dios y a todas las personas involucradas en este increíble proyecto, y por supuesto, con muchos deseos de volver.
De: María Paula Cardozo.
Voluntaria de Panamá